Es difícil conectar el dios de las pequeñas cosas con el de las grandes. Tratar de explicar los problemas de atracción de alumnos sufridos por la escuela en la última década a partir de las cifras de natalidad en España no tiene sentido. Pero sí es importante entender el contexto en que nos movemos, sobre todo para anticipar posibles escenarios futuros.
¿Cuándo afectará la bajada de la natalidad a las universidades?
Llevamos años hablando de que el descenso de la natalidad que afecta a nuestro país va a llegar a la universidad y tendrá indudablemente un efecto. Sin embargo, lo que estamos viendo estos últimos años es que cada septiembre volvemos a tener una ligera subida en el número de alumnos que entran a la universidad.
En realidad, es un espejismo antes de afrontar la caída abrupta, estamos muy cerca de un máximo local. Aproximadamente entre 1998 y 2008 se vivió un incremento de la natalidad que, aunque lejos de los datos de las décadas anteriores, nos daba un pequeño respiro. Eso es lo que ahora estamos viendo en la universidad. En 2008 la tendencia cambia y afrontamos una bajada significativa a la que aún no se le ve límite (en 2022 estamos en mínimos históricos, menos de la mitad de los nacimientos que había en 1970). Eso significa que aproximadamente a partir del curso 2026-27 empezaremos a percibir en la universidad ese cambio de ciclo. Nos quedan un par de cursos de cierta tranquilidad.
Crecimiento de las privadas
La bajada de la natalidad no necesariamente significa que entren menos estudiantes al sistema universitario. Hay otros factores a tener en cuenta en la ecuación que tienen que ver con cuál es el porcentaje de jóvenes que eligen estudiar en la universidad. Lo cierto es que, a pesar de que parece que está creciendo el número de alumnos que eligen seguir programas de FP, esto no ha afectado significativamente a las cifras de entrada en la universidad.
Los datos de los que yo dispongo (Informe CYD 2021/2022, Datos y Cifras del Sistema Universitario Español 2021/2022) muestran que la tasa neta de escolarización en educación universitaria se mantiene entre un 30 y 32% durante la última década. De alguna forma, parece que si la FP está aumentando su tirón, no lo está haciendo a costa de la educación universitaria. Este dato se obtiene dividiendo el número de alumnos universitarios (grado, máster y doctorado) entre la población total de jóvenes de 18 a 24 años. Hay diferencias entre comunidades, situándose Madrid en torno al 45% porque evidentemente es un polo atractor universitario.
Donde sí se están produciendo variaciones significativas es en la distribución de alumnos entre universidades públicas y universidades privadas. El Informe CYD muestra que en el último curso el aumento del número de estudiantes fue del 1,8% en las públicas y del 9,1% en las privadas. Sin duda, están creciendo más rápido, sobre todo a nivel de máster. En España, las universidades públicas representan el 82,3% de los matriculados en estudios de grado y las privadas el 17,7%, lo cual es una cifra similar a lo que sucede en el resto de Europa. Sin embargo, en el caso de los másteres, las universidades privadas ya copan el 43,5%. Daría para otra discusión qué está pasando con los másteres, pero está claro que ellas están respondiendo más rápidos a los cambios.
En julio de 2022 existían en España 91 universidades: 50 públicas y 41 privadas. No descarto que haya surgido alguna privada más en el último año. En el último cuarto de siglo, el censo de universidades públicas ha permanecido constante, mientras que el de las privadas se ha multiplicado casi por tres.
En nuestra comunidad autónoma, esta tendencia es aún más acusada: tenemos 6 universidades públicas y 13 privadas, con otras 3 privadas de fuera de Madrid que tienen autorizados centros universitarios en la capital. En mi etapa de vicerrector vi nacer unas cuantas privadas, con un perfil similar: habían convencido a alguna pública de que las admitiera como centro adscrito y cuando ganaron en inercia y visibilidad soltaron amarras.
Hasta ahora, las privadas de nueva creación rara vez apostaban por las carreras STEM. Entre otras cosas porque montar una ingeniería requiere una inversión en laboratorios e instalaciones de investigación demasiado grande. Sin embargo, esa tendencia está cambiando. Un buen número de ellas están abriendo centros dedicados a la «tecnología» con programas que combinan sus áreas habituales (derecho, business, moda,…) con la competencias digitales más actuales (IA, ciencia de datos,…). Esa «tecnología» no requiere grandes inversiones y en seguida ese nombre se transformará en «ingeniería». Se está empezando a identificar lo que necesitas para impartir una ingeniería con tener unos servidores (Por ejemplo, se podría querer construir una escuela de caminos alrededor de un laboratorio de IA aplicada a la movilidad urbana).
Otra tendencia que vengo observando en mis paseos por Madrid es que las universidades privadas están apostando por abrir sedes dentro de la ciudad. Se trata de operaciones inmobiliarias muy difíciles para las universidades públicas. Pero es una demostración de que la localización importa y que la apuesta es firme.
Para mí es claro que las universidades privadas se están posicionando fuerte. Salvo honrosas excepciones, que se cuentan con los dedos de una mano, en mi opinión, son movimientos fundamentalmente extractivos. No creo que doten de prestigio al sistema ni siquiera de una mayor atracción de alumnos. Más bien se aprovecharán de que Madrid es hoy un polo de atracción universitaria, por la ciudad y por la reputación de sus universidades. Hace años yo tenía la esperanza de que una mayor competencia podría provocar el movimiento y hacer mejorar a las públicas. Tampoco soy positivo en eso ya. Creo más bien que obligan a las públicas a competir en registros que no son los suyos. Ojalá me equivoque, pero mi impresión es que el sistema público saldrá damnificado. No es una cuestión de libertad o libre competencia, es una cuestión de a qué decidimos llamar universidad, un nombre que para mí contiene un compromiso con la creación de conocimiento mucho más exigente que el que se les está pidiendo. Lo dicho, ojalá me equivoque.
En cualquier caso, lo cierto es que estos factores (la bajada de la natalidad y la presión de las privadas) van a tensionar el contexto universitario en los próximos años y la batalla por los estudiantes se va a recrudecer. Mi previsión es que tenemos un par de cursos académicos para que estas tendencias empiecen a manifestarse de forma significativa.
La escuela ha pasado una década complicada, de la que estamos tratando de recuperarnos. Sería muy importante que consolidáramos esa recuperación en los próximos cursos para enfrentar este entorno desde una posición más tranquila y poder anticiparnos a las turbulencias. Por eso es tan importante modernizar nuestra imagen, actualizar y hacer atractiva nuestra oferta académica, posicionarnos y visibilizar nuestra oferta en el edificio de Retiro y prepararnos para competir en un contexto mucho más exigente.